miércoles, 10 de septiembre de 2008

El príncipe taurino (respecto al inolvidable cabezazo de Zidane)

El domingo a la noche dije, ‘voy a escribir sobre el cabezazo de Zidane’. Ese acto que dejó desconcertados a todos los que miraban la final. Todos se preguntaban ¿qué hizo este muchacho? Alguien me contestó ‘el mundial ya pasó, ya escribiste del mundial’.
Evidentemente estamos todos atravesados por el tiempo televisivo. Hay una inmediatez, una compulsión a sintetizar los actos mediante un significado precipitado, que termina siendo una idea apresurada de lo acontecido. Que lo único que hace es alejarnos de poder apropiarnos de lo sucedido e inscribir eso en una historia propia del espectador.
La televisión es el tiempo de la urgencia, es lo opuesto a la historia ya que representa la coyuntura de manera vertiginosa.
La televisión juega con la idea de pensar en la imagen desde su potencia pregnancial. La posibilidad del movimiento de la imagen garantizaría la comunión entre significación y comunicación. Lo que queda olvidado es que la imagen no es sin el anclaje de la palabra.

Se me ocurrió que podría ser un caso particular de los que triunfan al fracasar.
La primera salida es: “¿Pero qué hizo este muchacho? ¿Va a cerrar su carrera así?, un señor como ha sido siempre…”. Nos había tocado el narcisismo.
Es la salida del ideal. Los que hinchábamos por Francia, por razones obvias, sabíamos que era su último mundial, queríamos verlo levantar la copa del mundo, un príncipe…y que el ideal se cumpliera… un acto logrado. “Háganlo por todos los que no llegamos..” dice la publicidad.

El genio maligno irrumpe. Y el príncipe se saca. Y no precisamente la camiseta.
Reconstruyendo el acto mil veces repetido estos días:
“Materassi le tironea la camiseta, Zidane se da vuelta y le dice: después del partido te la regalo, si querés. A lo que el primate le contesta: Argelino, terrorista.”
En el mundial del fair play la consigna ‘say no to the racism’.
Y el mundial del brillo, de la perfección y de la mercadotecnia se diluye en un soberbio topetazo taurino, que parece que aprendió en su paso por España, en el equipo del Rey.

¿Se diluye un ideal? ¿O aparece un sujeto? Podríamos pensar el cabezazo como el último coletazo de la subjetividad que le queda a una máquina futbolística.
Lo interpreto como la resistencia al retiro. Se hace echar para no irse. Baja las escaleras al vestuario, refregándose los ojos, de llanto? de sudor? Quien sabe qué está pensando en la penumbra del vestuario que recibe el sonido aletargado de la escena.
Ese topetazo es el gesto más humano, más íntimo, más propio que Zidane nos pudo donar en esa triste tarde. Arremetió él solito. No con la impotencia de un partido inconcluso, sino contra la estupidez primitiva de un dicho que le mojó la oreja.

En el punto donde le tocan al padre, porque llaman a su filiación, allí no hay partido. Allí la experiencia anterior no juega.

John Dewey decía que la experiencia es la “íntima conexión entre el obrar y el padecer”[1].
Oscar Wilde decía que la experiencia es el nombre que le damos a todos nuestros errores y fracasos para justificarnos. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pronuncia el dicho popular. Algo incluso más mundano, de Ringo Bonavena: la experiencia es el peine que te da la vida cuando ya te quedaste calvo.
Y Zidane quedó calvo.
Y Zidane no se retira, vuelve. Puede dejar el fútbol, pero no se retira de él.


La experiencia son esos acontecimientos que se leen como actos negativos, como hechos paradójicos, como sucesos sin una significación precisa, está hecha de eso. Es eso que retorna, que vuelve en otro momento. Eso es lo que hace a una persona reconocerse como experimentada. Es esa capacidad que tiene el humano de poder conectar un episodio actual a una idea preestablecida, aún cuando la idea ayude poco a resolver la coyuntura en la que se encuentra.

Los hermanos Magistrelli, que nombré en otra oportunidad, Carlos, Pocho y Chacha, se han dedicado a la actuación y la dirección teatral. Cuenta uno de ellos el haber sido elegido hace poco tiempo para ser el personaje principal del film de un director argentino. Cuenta allí donde la experiencia queda agujereada por lo que no pudo ser. Ya que decidió rechazar la insistente invitación frente a que su esposa estaba enferma. La película se filmó sin él. Y me dice mirándome a los ojos “Ya ví como seis veces la película”…
Bueno, quizás luego de la experiencia inconclusa, ahora sí sea su tiempo. Porque el tiempo del retiro es difícilmente ubicable.

Este acontecimiento (¿final?), que los italianos significarían como ‘ha abutto una caduta di stillo’, se le cayó el estilo, algunos lo leerán sólo como ‘un violento’, lo puede hacer justamente alguien experimentado. Decían ayer en la radio “no lo hagan en sus casas, chicos, para esto hay que estar entrenado”.
El pueblo francés lo sancionó así, y lo recibió con todo el reconocimiento y el amor.
¿El mundial pasó? No precisamente. Es por las preguntas que nos produce este hecho y por algunos otros que podemos seguir hablando de él, mientras esperamos el próximo.

Que la experiencia no nos sirva de mucho para lo que viene es justamente lo que la impulsa. Habrá más mundiales, habrá más películas en las que podamos participar. O nos haremos la película que nuestra propia y siempre tuerta experiencia, pueda evocar.




[1] Dewey, John, La reconstrucción de la filosofía, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986 (edición original de 1936)

4 comentarios:

Diego dijo...
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Luisina dijo...
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giacomo dijo...

Bueno Conociendo a mi Tío Pocho, que lo quiero mucho, del cual también he recibido el legado actoral, quiero aclarar algo que es vital y muy importante en la vida de las artes escenicas; que "es lo que se vive",es "el aqui y ahora" las oportunidades son muchas veces ecos con poco retorno, además el cine es algo muy relativo; lo importante en su momento "fue lo importante y fue su mujer" y eso es digno de un gran actor. La vida del teatrista, es de un gran esfuerzo, que siempre es bastante bien recompensado,él es un gran comediante y sé que cuando ande por esos lados vamos hacer algo juntos. El sabe lo que es estar en las tablas y lo hace excelente. Luis Ruiz Moreno desde Santiago de Chile.

giacomo dijo...
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