domingo, 18 de abril de 2010

Coco Chanel odiaba los domingos

Hay silencio, el flujo de los autos es mínimo y se puede escuchar la tele. En casi todos los canales me quieren vender la picana esa devenida aparato de gimnasia, aggiornada para los tiempos deportivos y veloces que corren. ¿Qué hace la gente los domingos? ¿Es mi sensación que los otros siempre la pasan bien o es la sensación de todos que el otro siempre la pasa mejor? Justo hoy me encuentro sola, con todos los "tengo que terminar de leer" de siempre. El niño duerme y en esa porción de tiempo impredecible en su duración tengo que planear mi libertad, sin saber hasta dónde podré. Junto los juguetes. Limpio la alfombra. Hablo con mi hermana que el domingo trabaja y me cuenta de los mocos de los chicos y de cuánto cuesta la vida. Llamo a un par de amigas. Celular apagado. ¿La estarán pasando tan bien que no necesitan la posibilidad de que alguien quiera comunicarse? ¿Será que están colmadas de la vida dominical y nada más podría mejorarla? Incógnitas de esta indefinición emocional que me habita, y justo con este sol... ¿Quién sabe qué se hace los domingos? La querida Coco no sabia, desgarrada viuda de su amante eterno, sólo quería coser sus puntadas sobre la tela negra. Decía: "hay tiempo para trabajar y tiempo para amar, pero no hay tiempo para nada más". ¿Será que el domingo entonces es el momento de retomar los amores y trabajos que quedaron esperando durante la semana mientras la vida estaba en otra parte? ¿Será que siempre la vida está en otra parte?